lunes, 13 de diciembre de 2010

Esperando

Vagando por la noche, llorando su partida. Decido encarar al único culpable haciéndolo pagar por la falta más grave. Quizá todos lo sepan o quizá no... De lo que estoy seguro es que yo sí.
Llegó el momento de enfrentar la realidad y de disparar de este gatillo frente al maldito desgraciado que rió en aquella época.
Tratando de quitarme todo peso de encima camino decidido, frente a la costanera, donde la luna está esperando para hacer su entrada y desaparecer por las próximas horas.
Apresuro la marcha y avanzo con la cabeza baja para no crear demasiada sospecha.
Cuando estoy en el punto indicado se me cruzan viejos recuerdos y demasiada tristeza como para revivirlas una por una, pero ahí estoy yo aferrado a aquella valla que hace de contención para que no me desplome llorando.
A la hora indicada y al minuto exacto desenfundo mi arma y lo espero de pie con toda la ira que desató en mí durante tanto tiempo.
Quizá no lo lastime pero de lo que estoy seguro es que se dará cuenta del daño que me hizo y nunca pago, no hay cárcel para él, no hay celda que se resista, no hay policía que lo encarcele y no hay víctimas más que yo.
Tengo decidido disparar cuando él aparezca pero el sonido de una sirena de patrullero me hace guardar el arma, lo último que quiero es despertar en ellos algún tipo de sospecha.
Camino para no llamar la atención y ahí aparece, cruza ante mí pero no puedo empuñar el arma y vengarme, tampoco gritarle ya que no me escucharía.
Pasa la patrulla pero ya es tarde, el maldito está tan alto que no puedo hacer nada, ningún disparo le llegaría y por más que lo maldiga tampoco lo afectara. El desgraciado hace su presencia una vez más, sonriente, vengando otra vez como todas las mañanas la muerte de todos los míos.
La desgracia me acecha y una vez más como todas las mañanas me derrito ante él.



El muñeco de nieve

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