sábado, 11 de diciembre de 2010

Visita inesperada.

El cansancio que arrastraba encima fue la principal causa de ese sueño traicionero que no debería surgir en ese momento. Durante una guardia no se permite descansar y mucho menos hacerle caso al sueño y cerrar los ojos.
Para el resto no era más que un día común, rutinario como tantos otros, trabajando en el puesto que gendarmería les había asignado aquella mañana en el sur del país.
A Martin el frío le congelaba las manos y los pies. Pero había algo más: le escarchaba las lagrimas que surgían de sus ojos, nadie sabía la razón. Sus compañeros casi no lo conocían, porque él jamás hablaba de otra cosa que no fuera el trabajo. Como un hombre solitario y de pocas palabras, así se conocía a Martin en el puesto.
Sus compañeros sabían que no iba a responder si le preguntaban el porqué de esas lagrimas, pero sumaron valor entre todos y encararon para encontrar esa difícil respuesta.
Fue Mauro quien sin titubear un segundo y mirándolo a los ojos, le preguntó seriamente y en tono de respeto, típico en su dialecto diario:
-Que le anda pasando compañero, ¿Porque esas lagrimas?
Al interpretar esta pregunta, Martin hizo una mirada penetrante hacia el pasto machacado por sus propios pasos, como buscando alguna excusa vaga y simple pero que a la vez fuese creíble.
Preguntón, como era apodado por el resto volvió a insistir y ésta vez exclamó:
-¡Nos está preocupando! ¿Se siente bien?
Luego de un instante, cuando Martin se dio cuenta que realmente a sus compañeros les importaba su estado anímico, lo miró fijamente a los ojos y mientras elevó el brazo para tomar el hombro de éste buen compañero de labor, le dijo en un tono algo apagado:
-No lo entendería mi amigo, explicárselo sería una pérdida de tiempo y discúlpeme si hiero sus sentimientos, pero los míos en este momento están en estado de coma.
A Preguntón se le hizo una mueca cerca del labio y la acompañó automáticamente con una sonrisa. -Tiene usted razón compañero, quizá nunca entienda... pero vea como nos tiene preocupados a todos nosotros, pensamos que se está sintiendo un tanto mal.- dijo.
Pero no se detuvo y antes de largar palabra más de su boca lo abrazó fuertemente y al oído le susurró:
-Tómese el día, el general Iglesias hoy no vendrá.
Martin, desolado, le dio una corta pero afectuosa palmada en la espalda. Claro está que de esa forma, Mauro, interpretó el mensaje.

Martin dio una mirada a su alrededor como buscando algo, hasta que pronto lo encontró. Salió corriendo al encuentro de aquél auto que se dirigía hacia el norte, levantando los brazos y moviéndolos para ser aúnmás visible y lograr que el vehículo se detuviese.
-Disculpe señor, ésta forma tan rebuscada de hacer que se detenga. - dijo el gendarme algo agitado, sosteniéndose del borde de la puerta del vehículo como descansando y a la vez algo agachado para ver a la cara al conductor.
-¡No es problema! solo dígame que necesita - dijo convencido el conductor.
-Vea usted: voy hacia el norte, más precisamente a La provincia de Entre Ríos. si usted se dirige hacia allí y podría acercarme o solo darme un pequeño aventón se lo agradecería de corazón.

Esas palabras hicieron que el conductor sonriese y asintiera con la cabeza.

Martin abrió la puerta y se introdujo en el auto rápidamente, como si estuviera algo ansioso, y más aún, esto se notó cuando luego de ponerse el cinturón de seguridad, levantó la mirada acompañado por una sonrisa y se frotó las manos por un instante, como diciendo: ¡Allá voy!

Luego de preguntarle a que parte se dirigía y escuchar la respuesta se larga una carcajada.
El destino quiso que Concepción del Uruguay sea éste para ambos.

Por suerte para el hombre de verde y grandes botas negras el conductor no habló mucho y no tocó el tema de porque se dirigía hacia Entre Ríos. Es por eso que Martin pudo conservar su secreto que lo tenía tan ansioso y a la vez preocupado o triste, es un tanto difícil darse cuenta de cuál de estas últimas dos lo asechaban mas.

Durmió gran parte del viaje, hasta que en un momento una mano en su hombro lo despertó. Martin se reincorporó rápidamente y mirando hacia todos lados no comprendía donde estaban ni porque lo llamaba, hasta que vio el puente de entrada a la ciudad y sonrió aún más que antes y con esto una lagrima acompañó aquella alegría.

¿Hasta dónde va? Preguntó el cansado conductor.
-Al centro señor, déjeme donde haya una florería y se lo agradeceré mucho. - dijo Martin.
-¿Conque una chica, eh?- alienta curioso el hombre.

-A usted le voy a contar señor, aquí se encuentra mi mujer. Hace muchos años que no nos vemos y hoy es el aniversario número diez de nuestro casamiento. Le agradecería si no me hace más preguntas, no es porque no le quiera contar. Sino que me pone realmente mal.

El hombre lo entendió y mientras tenía fija la mirada por la avenida principal le tocó el hombro en señal de consuelo.

-Bueno señor, aquí ha concluido nuestro viaje. Cruzando la calle tiene una florería. Pero antes de bajarse por favor le pido un abrazo y le deseo mucha suerte en su día. Ojalá nos volvamos a ver.-dijo un poco triste el conductor sabiendo que quizá jamás vería de nuevo a ese hombre.

Una vez fuera del auto, Martin se dirige hacia la florería, elije un ramo de flores hermoso y grande que cualquier mujer estaría orgullosa de recibir. Luego de haber pagado, el gendarme se dirige decidido, definitivamente sabe donde vive ésta mujer.
Tal vez intenta enmendar un hecho del pasado que los aisló y ahora le presenta dificultades, tal vez con solo darle ese ramo de flores, sin que ella le diga una palabra, él se sienta mejor.
Quizá pronunciando su nombre frente a ella o llorando su pérdida, ella perdonaría el no haber podido hacer nada frente a esa situación, y todo este tiempo lejos sin visitarla.

Martin se detiene frente a una gran puerta y empieza a llorar aún más, dando grandes pasos para llegar a ese lugar rápidamente, ingresa y una vez ahí, camina por un largo pasillo hasta que se detiene, da un giro a la derecha y se arrodilla.

Deja las flores en el piso y mientras acaricia su foto pegada en la pared, pide perdón como sintiéndose culpable de que ella ya no esté junto a él.

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